Ciertamente es un proceso fácil de identificar. Porque simplemente lo sabemos, todo cambia y se experimenta una especie de crisis existencial. Surgen muchísimas preguntas sin responder. Y de pronto vemos a la sociedad y al sistema en el que vivimos en su total desnudez.

Este proceso puede llegar a provocar impotencia, contradicciones, mucha confusión y una carga de emociones que no son fáciles de controlar.

Es una etapa caracterizada por una necesidad inmediata de cambio. El sentido del “yo” empieza a cambiar. Ese “yo” con una identidad, un cuerpo y una personalidad se siente amenazado de muerte y esto genera un brote de miedo, amenaza y ansiedad. Estas emociones son tan intensas que pueden convencerte de volverte a dormir.

Sin embargo, la muerte del “yo” implica dejar esas emociones simplemente ‘ser’, aceptarlas y dejar la noche oscura pasar. Si por el contrario, intentamos no tener miedo, más miedo sentimos. Este se alimenta de sí mismo, como un bucle. No se trata de luchar contra esas emociones, sino de aceptarlas y dejarlas ser.

“La única salida de ello es a través de ello.”

Particularmente para mi, esta etapa fue bastante larga y complicada. Sin embargo, ya han pasado seis años y te puedo decir que no puedo estar más agradecida por lo recorrido en este viaje espiritual.

Pasada la primera etapa se abren muchas otras que no solo impulsan tu crecimiento sino que traen un sentido de realización que no puedo describir con palabras.